Niños intentando
cruzar la frontera que divide la violencia con la esperanza, mujeres llorando
la muerte de sus hijos tras una explosión cercana y familias desconsoladas ante
la caída de un avión que trasladaba casi trescientas personas. Centroamérica,
Gaza y Ucrania, ejemplos e imágenes de un mes lleno de horror, impotencia y
tristeza.
Seguramente estas
tres regiones del mundo sean las que hoy llaman más la atención pero tendemos a
olvidarnos que en Siria, Libia, Irak, Afganistán y Nigeria siguen muriendo cientos
de civiles. La falta de un liderazgo mundial puede ser una de las causas de
este caos internacional o tal vez lo que el analista venezolano Moises Naim
definió como “el fin del poder”, la lucha constante entre los grandes actores
dominantes y los nuevos micropoderes que le desafían.
La carencia de
instituciones que asuman responsabilidades nos lleva a un terreno peligroso. El
debate sobre la reforma en las Naciones Unidas, tan olvidado en el último
tiempo, deberá resurgir de forma urgente.
El terrorismo y la exclusión social en África
El 11 de mayo de este
año El País de Madrid publicó un artículo sobre la composición del grupo
yihadista nigeriano que siembra terror en el África Occidental. El análisis
titulado “La miseria nutre las filas de Boko Haram” remarca que los jóvenes del
estado nigeriano de Borno, golpeados por el desempleo y la miseria, queman
escuelas y vigilan soldados a cambio de dinero.
El gobernador de la
región, con razón, relaciona la exclusión social con este tipo de actitudes
violentas. La precaria educación y la pobreza hacen caldo de cultivo para
grupos extremistas religiosos que no solo ofrecen dinero, sino que los
convencen sobre un modo de vivir y pensar. Esta es la realidad del norte de
Nigeria, un país de 160 millones de habitantes, la mayor economía de África. La
falta de oportunidades laborales, la
corrupción y la no existencia de una razón por la cual vivir, convierten a la
juventud en vulnerable.
El escape a la violencia en Centroamérica
Si a vulnerabilidad
nos referimos, que mejor ejemplo que los niños centroamericanos que intentan
cruzar solos la frontera con Estados Unidos. Intentando escapar a la
intimidación de las maras, ciudadanos de Honduras, Guatemala y El Salvador se
tardan semanas en cruzar a México para luego pasar la migra y reunirse con sus
familias o luchar por el sueño americano. Este no es un conflicto geopolítico,
tampoco se trata de grupos extremistas religiosos ni de enfrentamientos entre
potencias regionales por temas comerciales. Es la economía más grande del mundo
con una de las zonas más violentas en el patio trasero.
La avalancha
proveniente de Centroamérica desborda los centros de acogida norteamericanos y
prende todas las alarmas. Las historias traumáticas así como la violencia de
las maras son las novedades de último momento. Los gastos en reforzar la
seguridad en la frontera son cada vez mayores así como el desembolso anual de los
países centroamericanos para luchar contra estas organizaciones criminales. Se
sigue gastando dinero para atacar las consecuencias en vez de ahondar esfuerzos
por combatir las causas de esa violencia o esos movimientos migratorios
desesperados.
El nacionalismo en Eurasia
Distinto es el
conflicto en Ucrania que a pesar de tener las mismas consecuencias, violencia y
muerte de civiles, tiene un perfil geopolítico. La puja creciente entre Rusia y
Europa por el territorio ucraniano terminó derivando en un peligro constante,
tal es así que fue derribado un avión comercial de Malaysian Airlines, con un
saldo de 300 civiles muertos. Es la impotencia ante una Rusia que no sabe de
frenos y que deja expuesto los titubeos de la Unión Europea en materia de
política exterior.
Putin marcó posición
en el tema nuclear iraní, se fortaleció en la crisis de Siria y avanzó en el
conflicto ucraniano. Rusia se muestra firme ante la falta de un liderazgo
global, arma a los separatistas prorrusos e intenta lidiar con las sanciones
económicas impuestas por Washington y la Unión Europea. Ante dicha situación,
Moscú sale a pasear por el mundo buscando socios que miren más las
balanzas comerciales que los Derechos Humanos. Es que el comercio lo es todo en
el siglo XXI, la dependencia de Europa en el gas ruso imposibilita a Bruselas
una posición dura ante Putin.
El histórico conflicto entre palestinos e israelíes
Conflictos
geopolíticos y humanitarios se reproducen en Medio Oriente. La tensión entre
Israel y Palestina, con este nuevo capítulo en Gaza, fue el foco de atención en
el último mes. El extremismo de Hamas y la reciente incursión israelí dejó un
saldo importante de civiles muertos. Uno de los tantos conflictos abiertos en
la región: sectarismo en Irak, la guerra civil sin tregua en Siria y el caos
total en Libia, luego de tres años de la caída de Khadafi.
Las soluciones
escasean y la muerte de civiles aumenta. Una ecuación negativa de un mundo que
no sabe de líderes ni de organizaciones con poder real. Un sistema en el que
nadie quiere asumir el liderazgo y marcar la agenda, lo que Ian Bremmer,
politólogo norteamericano, denominó el “mundo G-0”. Un Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas, polarizado entre Estados Unidos y Rusia, que pide a gritos una
reforma debido a que el otro gigante, China, aprovechándose de su creciente
influencia en América Latina, África y los países árabes, se mantiene con la
bandera de la “no intervención”.
Los espirales de
violencia se reproducen en distintas regiones y no siempre por culpa de un
grupo extremista religioso. Deberíamos preguntarnos ¿Por qué Hamas gobierna en
Gaza? ¿Por qué los niños de Centroamérica cruzan solos hacia Estados Unidos?
¿Por qué Boko Haram es tan fuerte en el norte de Nigeria? ¿Por qué Honduras, El
Salvador y Guatemala tienen índices de homicidios tan altos? ¿Por qué? Algún
día nos tendremos que preocupar más por las causas que por las consecuencias.
En definitiva debemos
entender que este caos internacional no solamente proviene del fanatismo
religioso o la ambición nacionalista de determinados líderes. Existen también
conflictos humanos, solucionables, relacionados más con la pobreza, la
exclusión y la desigualdad que con lo peor de nuestra civilización.
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