En las
últimas semanas se produjeron en Hong Kong protestas por reformas democráticas.
¿Será el inicio de algo mayor o simplemente quedará como un movimiento aislado?
En 2017 se realizarán elecciones con voto directo en la Región Administrativa
Especial pero ¿en qué circunstancias? ¿Hasta dónde se animará China a avanzar hacia
la democracia? Y en ese caso ¿qué pasará después?
Las calles céntricas de Hong Kong se vieron
distintas en los últimos meses. La usual marcha anual del 1° de julio, día que
se conmemora la devolución de la región a China por parte de los británicos,
fue el comienzo de una serie de movilizaciones que reclaman mayor democracia. El
movimiento Occupy Central lanzó una campaña de desobediencia civil en contra de
la reforma electoral planteada por China.
La consecuencia directa de una manifestación sin
autorización policial fue la detención de 500 personas, lo cual provocó
concentraciones frente a la sede del gobierno local. Los manifestantes se
mostraron reforzados por la realización de un referéndum no oficial (considerado
como ilegal por China) que reunió a 700.000 personas a favor del sufragio
universal. Una expresión contraria al pensamiento de Beijing de que el modelo
de democracia occidental no es el adecuado para China.
Con el gobierno de Xi Jinping la vigilancia pública
en China continental aumentó y las condenas contra los críticos al régimen han
sido más fuertes. A ello se les suman los controles a las redes sociales y las
presiones o encarcelamientos a los activistas que reclaman mayor transparencia.
En este contexto y debido a la promesa china de implantar un sufragio universal
en los comicios de Hong Kong de 2017 es que se plantea esta situación de
reclamo.
En junio el gobierno del Partido Comunista publicó
un libro blanco sobre Hong Kong, recordándole a su población que el territorio
tiene autonomía sobre los asuntos locales en la medida que el poder central lo
permita. Beijing estaría de acuerdo con el voto directo pero limitado a
candidatos que “amen a la patria y a Hong Kong”, es decir que cuenten con el
beneplácito de China y simpaticen con el Partido Comunista.
Actualmente Hong Kong tiene un gobernador que es
electo por una comisión de 1200 miembros (empresarios y notables) cercanos a
Beijing y una cámara legislativa compuesta un 50% por candidatos electos por
voto popular y 50% por representación funcional (personas adeptas a mantener el
statuo quo). Esto es lo que establece la Ley Básica, una especie de
Constitución de Hong Kong, pero a su vez estipula el sufragio universal como
meta, compromiso que asumió China en 2007 para un plazo de diez años.
En 1997 Thatcher
y Zhao firmaron la devolución de Hong Kong a China y esto como resultado la
implantación de una zona especial autónoma con su propio sistema político,
jurídico y de libertades económicas y de expresión (no del todo abierto).
Implicó el slogan utilizado por China de “un país, dos sistemas”, que hoy
parece verse amenazado tanto por los sectores conservadores como por los
estudiantes universitarios que ven sus libertades amenazadas.
El
gobierno local de Hong Kong se pliega a Beijing al recomendar la reforma
electoral propuesta por China (que sea un comité y no el público el que designe
los candidatos). En este sentido el actual jefe del gobierno autónomo CY Leung
expresó que esa es la opinión extendida de los ciudadanos. Sin embargo el
movimiento Occupy Central está decidido a eliminar ese filtro y que los
ciudadanos tengan derecho de elegir y ser electos. Inspirados en los indignados
occidentales reclaman por sus libertades.
En Macao,
la antigua colonia portuguesa, también surgieron reclamos e iniciativas
similares en los últimos años. Es un tema complejo para Beijing debido a que el
margen de acción no es tan grande como parece. Los atropellos que comete China
en otras regiones aisladas (como por ejemplo con los uigures en Xinjiang) no
los puede realizar en Hong Kong a la vista de todo occidente. La masacre de
Tiananmen en 1989 no se puede reproducir en la isla de Hong Kong en 2014 frente
a la prensa internacional sin embargo también es difícil que algún país alce la
voz contra la dictadura china.
Ante
estas movilizaciones ¿la alternativa de China es abrir un poco el grifo de la
democracia? Sería una decisión costosa para el Partido Comunista. ¿Cuánto
podría demorar una ciudad occidentalizada como Shanghái en empezar a reclamar
por apertura democrática? Y qué ocurre si realmente los chinos están preparados
para la democracia, como lo niega Beijing. El efecto dominó podría ser letal.
En
definitiva, hasta el momento la consigna “un país, dos sistemas” se mantiene
pero surgen otros escenarios en un mediano plazo. “Dos países, dos sistemas” si
China larga la cuerda, “un país con un sistema quebrado” si se reproducen estas
movilizaciones o incluso “un país, un sistema” ya sea por el mantenimiento de
un control férreo de China en Hong Kong o una mayor apertura democrática del
gigante de oriente.
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