viernes, 26 de septiembre de 2014

China en una disyuntiva democrática

En las últimas semanas se produjeron en Hong Kong protestas por reformas democráticas. ¿Será el inicio de algo mayor o simplemente quedará como un movimiento aislado? En 2017 se realizarán elecciones con voto directo en la Región Administrativa Especial pero ¿en qué circunstancias? ¿Hasta dónde se animará China a avanzar hacia la democracia? Y en ese caso ¿qué pasará después?  

Las calles céntricas de Hong Kong se vieron distintas en los últimos meses. La usual marcha anual del 1° de julio, día que se conmemora la devolución de la región a China por parte de los británicos, fue el comienzo de una serie de movilizaciones que reclaman mayor democracia. El movimiento Occupy Central lanzó una campaña de desobediencia civil en contra de la reforma electoral planteada por China.

La consecuencia directa de una manifestación sin autorización policial fue la detención de 500 personas, lo cual provocó concentraciones frente a la sede del gobierno local. Los manifestantes se mostraron reforzados por la realización de un referéndum no oficial (considerado como ilegal por China) que reunió a 700.000 personas a favor del sufragio universal. Una expresión contraria al pensamiento de Beijing de que el modelo de democracia occidental no es el adecuado para China.

Con el gobierno de Xi Jinping la vigilancia pública en China continental aumentó y las condenas contra los críticos al régimen han sido más fuertes. A ello se les suman los controles a las redes sociales y las presiones o encarcelamientos a los activistas que reclaman mayor transparencia. En este contexto y debido a la promesa china de implantar un sufragio universal en los comicios de Hong Kong de 2017 es que se plantea esta situación de reclamo.

En junio el gobierno del Partido Comunista publicó un libro blanco sobre Hong Kong, recordándole a su población que el territorio tiene autonomía sobre los asuntos locales en la medida que el poder central lo permita. Beijing estaría de acuerdo con el voto directo pero limitado a candidatos que “amen a la patria y a Hong Kong”, es decir que cuenten con el beneplácito de China y simpaticen con el Partido Comunista.

Actualmente Hong Kong tiene un gobernador que es electo por una comisión de 1200 miembros (empresarios y notables) cercanos a Beijing y una cámara legislativa compuesta un 50% por candidatos electos por voto popular y 50% por representación funcional (personas adeptas a mantener el statuo quo). Esto es lo que establece la Ley Básica, una especie de Constitución de Hong Kong, pero a su vez estipula el sufragio universal como meta, compromiso que asumió China en 2007 para un plazo de diez años.

En 1997 Thatcher y Zhao firmaron la devolución de Hong Kong a China y esto como resultado la implantación de una zona especial autónoma con su propio sistema político, jurídico y de libertades económicas y de expresión (no del todo abierto). Implicó el slogan utilizado por China de “un país, dos sistemas”, que hoy parece verse amenazado tanto por los sectores conservadores como por los estudiantes universitarios que ven sus libertades amenazadas.

El gobierno local de Hong Kong se pliega a Beijing al recomendar la reforma electoral propuesta por China (que sea un comité y no el público el que designe los candidatos). En este sentido el actual jefe del gobierno autónomo CY Leung expresó que esa es la opinión extendida de los ciudadanos. Sin embargo el movimiento Occupy Central está decidido a eliminar ese filtro y que los ciudadanos tengan derecho de elegir y ser electos. Inspirados en los indignados occidentales reclaman por sus libertades.

En Macao, la antigua colonia portuguesa, también surgieron reclamos e iniciativas similares en los últimos años. Es un tema complejo para Beijing debido a que el margen de acción no es tan grande como parece. Los atropellos que comete China en otras regiones aisladas (como por ejemplo con los uigures en Xinjiang) no los puede realizar en Hong Kong a la vista de todo occidente. La masacre de Tiananmen en 1989 no se puede reproducir en la isla de Hong Kong en 2014 frente a la prensa internacional sin embargo también es difícil que algún país alce la voz contra la dictadura china.

Ante estas movilizaciones ¿la alternativa de China es abrir un poco el grifo de la democracia? Sería una decisión costosa para el Partido Comunista. ¿Cuánto podría demorar una ciudad occidentalizada como Shanghái en empezar a reclamar por apertura democrática? Y qué ocurre si realmente los chinos están preparados para la democracia, como lo niega Beijing. El efecto dominó podría ser letal.

En definitiva, hasta el momento la consigna “un país, dos sistemas” se mantiene pero surgen otros escenarios en un mediano plazo. “Dos países, dos sistemas” si China larga la cuerda, “un país con un sistema quebrado” si se reproducen estas movilizaciones o incluso “un país, un sistema” ya sea por el mantenimiento de un control férreo de China en Hong Kong o una mayor apertura democrática del gigante de oriente.

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